lunes, 2 de marzo de 2015

Reconstruir la caída

Juan Gabriel Vásquez, El ruido de las 
cosas al caer Alfaguara, 2011. 

"¿Usted lleva un diario, Antonio?" (p. 66), le pregunta un médico al protagonista de El ruido de las cosas al caer (Juan Gabriel Vásquez), una novela que, como dice mi amigo H., es una memoria escondida en una novela. (H. generalmente defiende la memoria, a mí me gusta más la ficción: porque a veces es más fácil decir la verdad escondiéndose e inventando.) Antonio empieza un diario, pero más que nada comienza a recorrer un camino guiado por una certeza: "Quiero saber." (p. 125)
Antonio busca saber por qué le había ocurrido lo que le había ocurrido, y eso lo lleva a una historia mayor: "nadie que viva lo suficiente puede sorprenderse de que su biografía haya sido moldeada por eventos lejanos, con poca o ninguna participación de sus propias decisiones." (p. 213) Esos eventos lejanos son sobre todo la violenta historia de Colombia en los ochenta (que también habrán moldeado en parte a mi amigo P., quien me recomendó este libro precisamente por cómo habla de aquella época.)
La novela está muy bien construida, bien estructurada en seis capítulos cada uno con su propia personalidad, y en torno a dos contraposiciones. Entre Antonio y Laverde, de quien dice al comienzo "Este hombre no ha sido siempre este hombre. Este hombre era otro hombre antes." (p. 29), lo cual será válido para él, y de allí la necesidad de saber qué había pasado. Y la contraposición entre su esposa Aura (quien no vivió aquellos años violentos) y Maya, la llave para Antonio de mucho del conocimiento que busca. Mientras tanto, el lenguaje es suave pero no tan meloso como el de aquel otro colombiano (un personaje dice por allí de Cien años de soledad que "el español es muy difícil y todo el mundo se llama igual", p. 161) pero con algo de esa poesía del realismo mágico, como cuando describe un auto abandonado como "un animal muerto al que se le ha llenado la piel de gusanos." (p. 236) o cuando dice que "la tristeza llenaba la cabina del Nissan como el olor de nuestras ropas mojadas" (p. 239). Se construye, finalmente, con el leitmotiv de las caídas: de los personajes, de los aviones, de Colombia.
La reconstrucción de ese pasado, de esa caída, se hace suavemente, las heridas quedan sanadas y expuestas a la vez, y el futuro abierto en una novela que se lee muy bien y con placer.

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